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Desayunando esta mañana nos hemos encontrado con una noticia publicada en la revista digital Redacción Médica que ha generado un importante debate dentro del equipo.  La noticia trataba sobre los resultados de un estudio en el cual se afirma que la prevalencia del TDAH ha aumentado en últimos 20 años de manera significativa. A pesar de que el estudio está basado en población estadounidense nos ha servido para abrir la discusión y plantearnos las siguientes preguntas:  ¿ha aumentado la prevalencia de TDAH en los últimos años? ¿se diagnostica mejor y con mayor fiabilidad? y, si ha aumentado, ¿cuáles son las causas de este efecto?

No queremos enfangarnos con temas muy engorrosos y si ir directamente al kit de la cuestión, a la controversia que sobrevuela acerca de si el TDAH se encuentra sobrediagnosticado o infradiagnosticado. No obstante, hay un aspecto a tener en cuenta a la hora de valorar la incidencia real del trastorno: uno de los grandes problemas a nivel metodológico a la hora de evaluar la prevalencia son los criterios y herramientas que se utilizan para ello. Dichas pruebas juegan un papel relevante en las estimaciones de prevalencia. De esta manera los criterios a nivel europeo son muchos más estrictos que los estadounidenses lo que conlleva que arrojen porcentajes tan dispares, lo que genera el primer argumento para entender como en el estudio estadounidense se sitúa la aparición del trastorno en un 10,2%. Pero vayamos al grano.

¿Cuál es la prevalencia del TDAH?

Lo primero que debemos entender es que el TDAH es un trastorno complejo, multicausal y muy heterogéneo cuya sintomatología puede deberse al propio trastorno per se o a otras causas, ya bien sean de índole médico (epilepsias, trastornos del sueño, problemas en las tiroides) como de otros trastorno de aprendizaje o psicológicos.

No obstante, las tasas de prevalencia en todos los países se mueve dentro de la horquilla entre el 2 y el 7%. Basándonos en una revisión del año 2007 de 102 estudios clínicos que comprenden a más de 170.000 sujetos estudiados de todas las regiones mundiales, sitúa la prevalencia mundial del TDAH en un 5,29%. 10 años después existe un «consenso general» en colocarlo en un 5%. Sin embargo, un informe francés del año 2012 (publicado por la Alta Autoridad para la Salud) indicaba que la incidencia en ese país del trastorno es sólo del 0,5%. No hemos podido contrastar los datos actuales pero es algo que nos debe hacer a todos reflexionar.

En España, el informe PANDAH, que se encarga de estudiar la situación del trastorno en nuestro país, lo sitúa en un 5%, siendo el subtipo inatento más frecuente que el combinado aunque es menos diagnosticado. El porqué ocurre esto da para otra reflexión y otra entrada. Por lo tanto, entre los que pasan desapercibido y no se diagnostican (porque seguramente su entorno también han conseguido a base de esfuerzo y dedicación suplir las dificultades existentes) y los que se diagnostican sin tener claro que lo son, el porcentaje del 5% se antoja más que justo. Los que quitan de uno se suman de otro.

Ahora bien, ¿por qué actualmente da la impresión de que se diagnostica más?

Desde nuestra experiencia personal no podemos cuantificar el aumento en el número de diagnósticos que se ha producido. Intentando ser lo más objetivos y rigurosos hemos realizado una búsqueda que pudiera aportar estadísticas oficiales al respecto, pero desafortunadamente no hemos encontrado nada convincente.

Una cosa si tenemos clara. Ha aumentado la sensibilidad y los conocimientos sobre el trastorno. ¿Y esto que conlleva? Que las personas encargadas de dar la voz de alarma (generalmente profesores o familiares) en cuanto perciben conductas que nos pueden hacer sospechar lo hacen. Luego viene la profesionalidad, experiencia y confianza en que los profesionales que evalúen al menor lo hagan con pulcritud, rigor y basándose en los criterios establecidos.

También hay que tener en cuenta los factores psicosociales y ambientales, los cuales interfieren y modulan la sintomatología y su aparición. Es decir, el TDAH tiene una base genética que conlleva que determinadas partes del cerebro (lóbulo prefrontal, ganglios basales y cerebelo) se encuentren alteradas a nivel estructural y, por lo tanto, también en las funciones que realizan (las funciones ejecutivas tan conocidas ya).

Pero claro, el entorno juega un papel relevante en la modulación de los síntomas. Si el menor tiene un entorno estructurado, con unas pautas educativas claras, concisas y comunes, un colegio sensibilizado y con amplios conocimientos y unos padres que aportan afecto y autoridad, la sintomatología del TDAH se inhibirá, los problemas asociados disminuirán y tendrá un pronóstico más favorable.

¿Y que pasa aquí? ¿Qué está jugando una «mala pasada» actualmente? Que la sociedad y los valores han cambiado y esto puede tener una afectación directa en todos aquellos chicos que tienen TDAH o que presentan un factor de vulnerabilidad de desarrollarlo.

Ciertamente creemos que nos encontramos ante una «sociedad TDAH«. Una sociedad donde prima la inmediatez, siendo cada vez menos incapaces de esperar. Si los chicos quieren una información sobre algo, es tan fácil como sacar el móvil, iniciar Google y buscarlo. Las situaciones cotidianas que generaban frustración y que no quedaba otra que experimentarla ya van dejando de existir (pensar en hacer un café, hablar con un amigo, conectarse a internet, estar aburrido y no tener nada a mano para entretenerse, etc.)

Y por no hablar de los valores de autoridad que se van perdiendo. Nos encontramos en una época donde a nivel político, televisivo o de gran relevancia carecemos de figuras carismáticas, ejemplificantes. No importa el cómo sino el conseguirlo. La autoridad ya no viene impuesta, sino que hay que ganársela. Las jerarquías se vuelven más difusas y eso en etapas infantiles y adolescentes es peligroso. Intentar ser firmes se vuelve cada vez más complejo. Pero no queda otra. La permisividad educativa en que nos movemos a veces, da lugar a la aparición de conductas agresivas y desafiantes que pueden ser confundidas con un TDAH.

La tecnología con sus grandes avances y beneficios tiene otra cara que promueve todos estos males actuales: falta de consistencia, necesidad de aprobación de los demás, grandes estímulos, cambios constantes, inmediatez…

Por lo tanto, es posible que si nos referimos al TDAH con una patología con base genética, que sirve como factor de vulnerabilidad para desarrollarlo (tener lo tendrá otra cosa es su intensidad e impacto en su rendimiento vital) y unos factores psicosociales que influyen y que están favoreciendo su agravamiento, nos encontramos con niños, niñas y adolescentes con sintomatología TDAH. Nuestra labor es averiguar en cuáles el problema es un verdadero TDAH y en cuáles es un problema de límites, de gestión emocional, de adaptación o de otra índole. Las herramientas diagnósticas han mejorado exponencialmente y estamos en la posición de ser cada vez más certeros.

Un último dato relevante, hace apenas un año, en una conferencia del doctor Javier Quintero (prestigioso investigador y especialista en la materia) pudimos escuchar cómo en un estudio se observó que la prevalencia del TDAH estaba en ese 5% de media, pero que si cogiéramos a las personas que tienen la sintomatología pero que por diversas causas no le ha afectado en su día a día (y por lo tanto, si no hay afectación representativa no se puede considerar TDAH) nos iríamos a un 19%.

Es decir, un 19% pudo haberlo desarrollado pero por diversos motivos consiguieron que su sintomatología no les afectase sobremanera y se quedasen en, posiblemente, rasgos de su personalidad. ¿Es posible que al cambiar determinadas condiciones ambientales estemos favoreciendo el desarrollo del trastorno o «creando» niños con sintomatología TDAH sin que tengan el trastorno?

Se abre el debate.

Equipo de Educ-at

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Existen dos grandes debates dentro de los detractores del Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad. Mucho se ha hablado de la existencia o no del TDAH y de si se encuentra o no sobrediagnosticado. Sobre el primero ya hemos dejado en varias ocasiones patente los numerosos estudios e investigaciones que manifiestan la existencia del mismo. En el caso del segundo tema, muchos opinan que está de moda diagnosticarlo y cualquier niño movido es ahora hiperactivo. Vamos a intentar desgranar las razones que por las que lo esgrimen.

El TDAH es el trastorno más prevalente en población infanto-juvenil. Los estudios más recientes lo sitúan en un 5-7% (aproximadamente 1 de cada 20 niños). Como hemos hablado en varias ocasiones es un trastorno que tiene un gran impacto sobre la vida tanto del individuo interfiriendo en su funcionamiento escolar, social, cognitivo y emocional. A su vez interfiere también en el ámbito familiar, creándose conflictos y dificultades para su manejo. Por todo ello es fundamental y necesario realizar un buen estudio sobre las problemáticas del niño para ofrecer el mejor tratamiento posible.

Bajo nuestra opinión, unas de las primeras razones por las que (para personas ajenas al trastorno) se tiene una imagen irreal y consideran que se encuentra sobrediagnosticado es  la trivialidad con la que se utiliza el término hiperactividad o hiperactivo. Muchos de nosotros habremos escuchado o incluso habremos utilizado una expresión similar a «Hoy es que estoy hiperactivo», «yo no paro, soy muy hiperactivo», etc. Este tipo de expresiones pueden provocar confusiones en parte de la sociedad ya que se emplea este adjetivo para denotar el estado de ánimo o excitación en un determinado momento.

Por otro lado, la sintomatología característica del trastorno son manifestaciones que la mayoría de nosotros hemos padecido alguna vez y, en el caso de los niños con una mayor frecuencia. Todos hemos podido tener épocas de mayores despistes, situaciones que nos genera nerviosismo y estamos sobreexcitados, respondemos con impulsividad, no nos enteramos cuando nos hablan porque estamos pensando en otra cosa, etc.

Por lo tanto, en un primer vistazo, la frivolidad en el uso del concepto hiperactivo junto con las características comportamental del trastorno perjudican el conocimiento del mismo y favorecen el desconcierto y el oscurantismo hacia las personas (niños, adolescentes o adultos) que lo padecen. Todo esto hace que se pueda malinterpretar y hacer creer que se etiqueta a los niños con un objetivo económico de las farmaceúticas o porque es más sencillo «drogar a un niño que educarle» como en ocasiones hemos escuchado. Ya lo puso de relieve el informe PANDAH sobre el nivel de conocimiento en España sobre el TDAH: sólo el 4% de los encuestados saben definir el trastorno sin ningún tipo de ayuda y alrededor del 85% es capaz de hacer una definición aproximada recibiendo alguna ayuda. Resultados debastadores que ponen de manifiesto la ignorancia que existe sobre él.

Con el tema de la medicación podemos entender la preocupación de muchos padres ante este hecho y las dudas que generan. Desde nuestra perspectiva la medicación es una herramienta que, dependiendo de los casos, es totalmente necesaria, pero como siempre comentamos, casi nunca suficiente. El metilfenidato, la atomoxetina y la lisdexanfetamina son fármacos eficaces ampliamente estudiados y seguros. En nuestra experiencia hemos trabajado con varios casos que no están medicados y con la implantación de unas herramientas y estrategias tanto al niño (a nivel escolar, social y emocional) como a las familias, se ha conseguido que no tome medicación, se reduzca o se limite a momentos puntuales. Esto no quiere decir que no sea necesaria en algún otro momento, ya que depende en gran medida del grado de severidad del trastorno, de la afectación que tenga el trastorno en la vida del niño o de la situación vital en la que se encuentre.

EL AUMENTO DE CASOS DIAGNOSTICADOS EN LOS ÚLTIMOS AÑOS

Una de las razones en las que sustentan aquellos que defienden el sobrediagnóstico del TDAH, es aquella en la que el número de diagnosticados por este trastorno ha aumentado exponencialmente durante la última década.

Este dato es cierto y las principales causas del incremento son tres:

  1. Mayor conocimiento de los profesionales que intervienen con el niño (médicos, profesores y psicólogos).
  2. Mejores herramientas de evaluación.
  3. Aumento en los diagnósticos precoces (fundamentales para iniciar un tratamiento adelantado)

Es cierto que mucha de la sintomatología típica del TDAH puede estar provocada por otros trastornos o acontecimientos puntuales que nada tiene que ver con él. Ya lo comentábamos en nuestra entrada «Todo sobre el diagnostico del TDAH», sintomas depresivos, trastornos orgánicos como el X frágil o acontecimientos personales como un divorcio pueden provocar comportamientos en el niño similares al TDAH. Esto quiere decir que existen numerosos síndromes o situaciones que generan manifestaciones externas semejante al trastorno. Por ello se requiere un estudio en profundidad a la hora de evaluarles. Si es posible que, por este lado, si nos encontramos ante un profesional poco competente o entendido, el diagnóstico que se nos ofrece no esté ajustado a la realidad y estemos creando una etiqueta a un niño que no la requiere (con el apartado negativo que esto puede suponer).

Atendiendo al otro punto de vista, investigaciones demuestran como niños TDAH puramente inatentos pasan desapercibidos a la hora de ser evaluados. Nos encontramos ante chicos y chicas que, por las dificultades típicas de este subtipo, no alcanzan unos buenos resultados académicos, encontrándose con un posible fracaso escolar, dañándose su autoestima y motivación y, en muchos casos, quedando sin diagnosticar. De esta manera nos encontramos adolescentes que son valorados con TDA a una edad avanzada o que directamente no tienen conciencia de su problemática.

Algunos profesionales mantienen que parece factible que el tipo de sociedad actual pueda estar contribuyendo a generar una mayor disfuncionalidad del TDAH. La existencia de mecanismos que ofrecen refuerzos externos inmediatos como los videojuegos, televisión o el internet, así como una sociedad de consumo provocan que se presenten pocas oportunidades «para favorecer y entrenar la atención sostenida, la cultura del esfuerzo, la demora de recompensa, el empleo de estrategias reflexivas y el desarrollo de un autocontrol mental eficaz».

En conclusión,en nuestros años trabajando exclusivamente con estos chicos, han sido pocos los casos en los que su diagnóstico nos ha generado algún tipo de duda. También es cierto que desde la psicología trabajamos mayoritariamente desde las conductas problemáticas (bajo rendimiento, conductas impulsivas, escasa organización, bajas habilidades sociales, etc.) y no tanto desde la etiqueta propiamente dicha, por lo que la manera de intervenir no distaría dependiendo de la existencia o no de la etiqueta diagnóstica (otra cosa diferente es a la hora de pedir unas medidas en el aula para las cuales si es necesario, desgraciadamente, de un diagnóstico).

Debemos seguir trabajando para crear mejores instrumentos de diagnósticos, formar a los profesionales que intervienen en la evaluación (médicos, psicólogos y profesores), tener en cuenta tanto los criterios de inclusión del trastorno como los de exclusión (diagnóstico diferencial) y que esté realizado por un equipo multidisciplinar. De esta manera estaremos evitando sobrediagnósticos o infradiagnósticos, ofreceremos tratamientos mucho más ajustados y reduciremos las polémicas generados en los últimos tiempos.

Equipo de Educ-at

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Una de las grandes consultas que nos plantean muchos padres ante la sospecha de que su hijo pueda tener TDAH es a qué especialista deben llevarlo, quién se encarga de dar el diagnóstico o si deben priorizar un especialista ante otro. Estas y muchas otras preguntas intentaremos resolver en esta nueva entrada, pero la primera recomendación que debemos tener clara es que los profesionales que se encarguen de ello sean especialistas en el trastorno.

Al igual que en el tratamiento, el diagnóstico del Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) debe ser multidisciplinar, esto quiere decir que los especialistas que valoren a vuestro hijo/a deben incluir las 3 áreas principales donde más afecta este trastorno: médicapsicológica y psicoeducativa. Por la misma razón que se recomienda que durante el tratamiento intervengan diferentes especialistas en estos tres ámbitos, durante la evaluación se antoja necesario que sean profesionales médicos (neuropedriatas, psiquiatra infantil, neurólogo etc.) y psicólogos (neuropsicólogos o psicólogos clínicos con experiencia en el área psicoeducativa) los que participen en el proceso.

Por lo tanto, si acudís a vuestro pediatra, neurólogo o psiquiatra infantil es recomendable que éste os derive a un psicólogo especializado para que termine de valorarlo. Este procedimiento también puede ser inverso, es decir, acudir primeramente a un psicólogo que os realice una completa evaluación para, posteriormente, ir a la consulta de un médico especialista.

La primera característica que debemos tener claro ante el diagnóstico del TDAH es que, a día de hoy, nos encontramos ante un diagnóstico comportamental¿Esto que quiere decir? ¿Pero no se conocen ya una serie de diferencias entre el cerebro de un niño con este trastorno y el de otro niño que no lo padece?

Fruto de las numerosas investigaciones que se llevan realizando desde hace unos años hasta hoy, vamos conociendo cada vez más cómo se comporta el cerebro de un niño con TDAH y las diferencias que se encuentran con respecto a otro niño sin él. Descubrimos que este trastorno conlleva una maduración más lenta de ciertas áreas del cerebro, que utilizan en algunos casos vías de procesamiento de la información diferentes o que presentan bajos niveles de hierro en el cerebro entre otras diferencias. Pero actualmente no existe nada en el cerebro de las personas con TDAH que pueda detectar un médico y que sea una señal inequívoca de que esa persona tiene el trastorno. Encontrar y establecer un biomarcador válido para el TDAH sería vital para esclarecer y conseguir diagnósticos precoces y objetivos. Esta es una de las principales vías de estudio sobre las que están trabajando varios grupos de investigación, pero del que desgraciadamente no disponemos resultados concluyentes todavía.

En estos tiempos se han ido creando herramientas para mejorar los diagnósticos, como por ejemplo los test genéticos o pruebas como Aula Nesplora que utiliza la realidad virtual para simular el contexto natural de una clase y medir la sintomatología característica del trastorno. Con respecto a los test genéticos comentar que no diagnostican, sino que lo que ofrecen es una recopilación de información (conociendo los genes implicados en distintos aspectos del trastorno) sobre la predisposición a desarrollar TDAH, las posibles comorbilidades que pueden aparecer (problemas de conducta o abuso de sustancias principalmente) y la respuesta ante el tratamiento farmacológico.

Por lo tanto, el diagnóstico debe efectuarse recogiendo información del comportamiento del niño/a. Se realiza a partir de una entrevista clínica con los padres y agrupando la información que nos facilitan éstos junto con los profesores a través de cuestionarios de conducta. A su vez, se elabora un informe con las pruebas neuropsicológicas que se pasan al niño y con la información recogida por el profesional a través de la observación directa durante dicho proceso con el menor. (Si se quiere obtener más información sobre la evaluación neuropsicológica les remitimos a nuestra entrada del blog «La importancia de la evaluación neuropsicológica en el TDAH» https://educatdah.wordpress.com/2015/02/23/la-importancia-de-la-evaluacion-neuropsicologica-en-el-tdah/)

¿POR QUÉ SE RECOGE INFORMACIÓN DE LOS PROFESORES?

La información que se recoge a través de los padres resulta incompleta. Una de las principales características del TDAH (y que en muchas ocasiones emborrona la imagen de personas que desconocen el trastorno) es, que quienes lo padecen, presentan sintomatología que tienen todos los niños (inatención, exceso de actividad – hiperactividad – e impulsividad), pero en un grado de intensidad y frecuencia mayor y con una afectación en su vida superior, que les dificulta la adaptación social, familiar, emocional y/o escolar.

Los profesores gracias al ratio de niños con los que trabajan disponen de un contexto y una situación ideal para observar si un niño tiene una sintomatología más marcada o por encima de lo habitual con respecto a su edad.  De la misma manera tienen la posibilidad de observar al niño realizando tareas que le exigen autocontrol, atención sostenida y un esfuerzo mental continuado. En relación con los padres, que generalmente disponen sólo de información a través de la comparación con hermanos, sobrinos o familiares, los profesores su situación laboral les habilita para recoger una mayor y útil información con el resto de sus iguales. Por su papel relevante en la evaluación (así como en la intervención en el aula con este tipo de alumnos) es fundamental formales en el trastorno y enseñarles herramientas para que puedan ofrecer su ayuda con la mejor eficacia posible.

EL PORQUÉ DE LA VALORACIÓN DE UN PSICÓLOGO.

Como venimos contando el TDAH tiene un origen neurobiológico y no emocional, aunque si presentan dificultades para el manejo de las emociones lo que puede agravar y acentuar la sintomatología típica. Sin embargo, existen muchas situaciones que afectan, interfieren o provocan un cambio en la vida del menor que puede provocar sintomatología similar a la del TDAH sin que ello signifique que se padece el trastorno. Así nos encontramos que un proceso de separación de sus padres, experiencias reiteradas negativas en el colegio (con profesores o compañeros), una enfermedad grave, el nacimiento de un nuevo hermano u otros trastornos orgánicos (como el trastorno del X frágil o problemas con la tiroides), pueden conllevar respuestas impulsivas, hiperactividad, labilidad emocional e inatención.

El diagnóstico debe ser lo suficientemente profesional como para abordar un diagnóstico diferencial y valorar si el niño manifiesta estos síntomas porque tiene un TDAH o si se debe a algún tipo de acontecimiento personal que conlleva una nueva adaptación, un trastorno en el estado del ánimo, un trastorno orgánico, un leve retraso intelectual, etc.

Por ello es fundamental que el profesional que evalúe a vuestro hijo se tome su tiempo para realizar un estudio a fondo y poder establecer un diagnóstico correcto. En el caso en que no sea así, una segunda opinión siempre puede resultar positiva.

¿ES POSIBLE DIAGNOSTICAR A LOS 3-4 AÑOS?

Para terminar no queríamos dejar de comentar un aspecto que genera también muchas dudas a los padres y es el rango de edad en el que se puede diagnosticar a nuestro hijo/a con TDAH.

La edad más común del diagnóstico es con 6-7 años, ya que en este rango la fiabilidad aumenta. Esto es debido a que el problema se hace más patente en los primeros cursos de Primaria donde se le exige mantener la atención durante un tiempo más prolongado, las tareas son más monótonas y el nivel de contenidos académicos es más riguroso y estructurado.

Esto no quiere decir que en algunos casos no sea muy evidente desde los 3 o los 4 años, principalmente si presenta características hiperactivas/impulsivas, pero siempre es recomendable esperar unos años para establecer un diagnóstico. Pero en este punto entra en juego el diagnóstico precoz, fundamental para tomar medidas beneficiosas para el menor lo antes posible, por lo que si se tiene alguna sospecha de poder padecer TDAH a tan temprana edad, consultarlo con un profesional, tomar una serie de medidas en casa e irle enseñando una serie de estrategias adaptadas a su edad nunca va a hacerle daño.

En conclusión, lo ideal es que se desarrollaran y crearan pruebas objetivas, herramientas que nos permitieran a través de procedimientos médicos (como por ejemplo los TAC, resonancias magneticas, etc.) medir de una forma más objetiva la posibilidad de padecer el trastorno. Diagnosticar TDAH es muy difícil debido a su amplia variedad de síntomas conductuales y lo que estamos realizando a día de hoy es diagnosticar a través de evaluar estas conductas externas que son causa de las alteraciones internas que conlleva el trastorno. De esta manera entran en juego los juicios personales y la subjetividad de los profesionales medicos, psicólogos, profesores y los propios padres. Afortunadamente los conocimientos que se van sabiendo del trastorno y la sensibilización cada vez mayor de los profesionales hacen que la subjetividad entre menos en juego y nos encontremos en la mayoría de los casos diagnósticos acertados con estudios en profundidad.

Equipo de Educ-at

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