En la anterior entrada hablamos sobre qué son las emociones y por qué el procesamiento emocional se ve afectado en las personas que sufren TDAH. Hoy vamos a intentar explicar qué alteraciones emocionales son típicas en el TDAH y qué se puede hacer para intentar combatirlas.
Mucho se habla en los últimos años sobre la Inteligencia Emocional (IE) y la importancia de saber manejar bien las emociones. Podemos definir la IE como la “habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizarlos para dirigir los propios pensamientos y acciones”. La IE está compuesta de 4 habilidades:
- Percepción: capacidad para percibir, identificar y expresar las emociones.
- Facilitación: capacidad para guiar nuestro pensamiento y toma de decisiones utilizando las emociones.
- Comprensión: capacidad para comprender y analizar las emociones utilizando el conocimiento emocional. Tanto las propias como las ajenas (es lo que llamamos la empatía). Esta habilidad es muy necesaria para una correcta socialización.
- Regulación: es la más compleja y se refiere a aquella capacidad para mitigar las emociones negativas y potenciar las positivas (tanto ajenas como propias), sin reprimir ni exagerar la información que aportan.
Siguiendo el modelo de las habilidades de la IE, los niños, adolescentes y adultos con TDAH presentan dificultades en las diversas capacidades que lo conforman: percepción, comprensión, regulación y facilitación.
Si bien se encuentran complicaciones a la hora de percibir y comprender emociones (sobre todo en el reconocimiento facial y en la entonación vocal asociada a las mismas), donde más se observan problemas es en la regulación emocional. Esto tiene una explicación “sencilla” y es que para que se lleve a cabo una correcta regulación emocional entran en juego componentes del control inhibitorio de la respuesta, los cuales se encuentran afectados por el trastorno.
Si a cualquiera de nosotros, ante una situación que genera una “tensión” o “activación” -emocional- desencadenado por un estímulo (esté presente o no), en muchas ocasiones nos es complicado de valorar objetivamente las diferentes perspectivas posibles y actuar en consonancia, a todas aquellas personas a las cuales el procesamiento y elaboración de una respuesta se encuentra damnificado, debido a un déficit neurobiológico, lo convierte en todo un reto difícil de superar.
Debemos saber que todo el procesamiento de la información es emocional. Antiguamente (y no hace tantos años) se considera a las emociones como entidades que interferían en el raciocinio, es decir, privaban a las personas de la capacidad de un razonamiento lógico y coherente. Hoy en día, gracias al interés que ha suscitado en las últimas décadas el campo de las emociones sabemos que éstas no son un lujo sino que el componente emocional es básico para el procesamiento racional (entre otras funciones que expusimos en el anterior post). Sin las emociones los seres humanos seríamos poco más que máquinas que trabajan y reaccionan de la misma manera día tras día.
No obstante, como comentábamos en la pasada entrada de blog, la “energía” para el control de las emociones surge a través de las funciones ejecutivas (quienes se encargan de decidir cuál va a ser la manera de responder, cuál va a ser el comportamiento o la conducta a realizar). Pero en el TDAH dichas funciones no se desempeñan tan adecuadamente como deberían. Por lo tanto, aquellas que se dedican al control emocional y al control de impulsos son las responsables de los altos niveles de agresividad, irritabilidad o frustración que se observan en algunos niños y adultos con TDAH.
Además de estos fallos en la regulación emocional, otras dificultades en este campo que suelen presentar los niños, adolescentes y adultos con TDAH es que son muy extremistas, muy pasionales. Viven las emociones de manera muy intensa, tanto las positivas como las negativas. Tienden a mostrarse muy insistentes cuando desean algo, o excesivamente contentos cuando están alegres, o muy apenados cuando les ha ocurrido algo triste, o reaccionan de manera desproporcionadas con ira ante situaciones que perciben injustas (a pesar de que no sean ellos los principales afectados).
Aunque, en algunos casos, nos los podremos encontrar muy apáticos. Fruto de una baja autoestima y de una escasa motivación, podemos encontrar que responden con bloqueos o con sentimientos de incapacidad ante determinadas situaciones problemáticas. Esto puede desencadenar en algún trastorno comórbido de ansiedad o en el estado de ánimo.
Sin embargo, no queremos caer en catastrofismos y en este mismo ámbito, las personas con TDAH demuestran poseer unas virtudes muy positivas. Son bondadosos, muy cariñosos y emotivos y con un sentimiento de fidelidad muy alto. Son personas con mucha sensibilidad que si se les enseña a canalizarla adecuadamente puede ser un buen pilar donde sustentar su desarrollo. Por todo es importante trabajar este aspecto desde pequeñitos, aunque no hay un límite para empezar a trabajarlo.
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA FOMENTAR SU DESARROLLO EMOCIONAL?
Como venimos comentando, las emociones condicionan nuestra vida puesto que condicionan nuestras conductas. Entonces, es necesario aprender a regular nuestras emociones para ser capaz, posteriormente, de regular nuestro comportamiento.
Pese a que, en mucha ocasiones, lo mejor es contar con la ayuda de un profesional que le ayuda a entender las emociones y cómo manejarlas, desde casa se pueden llevar a cabo una serie de consejos para potenciarlo:
- Ponga con palabras cómo se siente. La mejor manera de enseñarle a percibir sus propias emociones es, al principio, ponerle “en su boca” como se siente. Es decir, si está mostrándose frustrado, es conveniente comentarle de manera pausada: “es normal que te sientas frustrado ya que tú esperabas que te comprara golosinas y en este momento no es posible”. De esta forma le estamos diciendo no sólo cómo se siente sino también el por qué.
- Entrenarles en autoinstrucciones. Los niños y adolescentes con TDAH presentan un retraso en la adquisición del lenguaje interno. Es decir, no saben hablarse a sí mismos. Las personas utilizamos este lenguaje interno para guiar nuestra propia conducta por lo que se antoja fundamental enseñarles esta estrategia que les permita a ellos orientar su conducta hasta una respuesta adecuada. «Aunque me apetezcan golosinas si mamá no me las compra debo permanecer tranquilo porque sino se enfadará».
- Utilizar técnicas de autocontrol. Basadas en la misma idea de las autoinstrucciones, técnicas como la del semáforo son muy efectivas. Antes de responder el niño debe pasar por los 3 colores típicos de semáforo: el rojo es parar, el amarillo pensar (¿cómo voy a actuar?¿Por qué?) y el verde es actuar una vez que hemos decidido qué respuesta es la más adecuada.
Tanto la interiorización por parte del niño de las técnicas de autocontrol como las autoinstrucciones son costosas, pero una vez implementadas son muy provechosas. Primeramente debemos partir de un modelado externo para ir, poco a poco, que el niño lo vaya interiorizando y autodirigiéndose.
- Aprovéchate de vídeos o películas para trabajar las emociones y la empatía. Mientras veis una película o una serie o una situación de la vida cotidiana de otra persona podéis preguntarle cómo cree que se siente él o ella y por qué. En edades más tempranas los cuentos pueden ser buenas herramientas para trabajar este aspecto.
Luego le podéis preguntar qué hubiera hecho él en esa situación, o qué le hubiera recomendado hacer si pudiera darle algún consejo. Este es un procedimiento muy efectivo para trabajar con el niño situaciones problemáticas que se puede encontrar pero despersonalizándolo en otra persona. Es decir, no es él quién lo está viviendo y, por lo tanto, es “más sencillo” encontrar una solución. Estaremos trabajando con él de manera anticipatoria acontecimientos que pueden suponerle algún contratiempo en el futuro.
CONCLUSIONES
Las personas con TDAH muestran dificultades en varios de los componentes de la Inteligencia Emocional (percepción, comprensión, expresión y regulación). Esto, junto con los déficits neurobiológicos que presentan (principalmente en las funciones ejecutivas) conlleva que padezcan algunas alteraciones a nivel emocional. Se muestran más predispuestos a reaccionar de manera desproporcionada ante las situaciones lo que les hace sentir en muchas ocasiones torbellinos emocionales. Sin embargo, tienen la facilidad de olvidar lo ocurrido al poco tiempo, cosa que no ocurre con la gente de su entorno, lo que provoca en muchas ocasiones perplejidad y malestar en los otros.
Además ya sabemos que las emociones interfieren en nuestra conducta y en nuestra toma de decisiones. Por todo ello se antoja fundamental trabajar esta área desde lo antes posible y así evitar posibles problemáticas asociadas.
Una dificultad, la cual nos hace sentir una emoción negativa, no nos afecta tan profundamente cuando somos conocedores de cómo nos sentimos y porqué. Si igualmente, reconocemos tener recursos para salir adelante, el problema continuará siendo del mismo tamaño, pero ahora lo contemplaremos en su propia perspectiva y sin perder el sentido de las proporciones. Si tenemos un fracaso, pero nos vemos competentes, no nos consideraremos a nosotros mismos como unos fracasados, sino que volveremos a empezar con fuerzas renovadas hasta que convirtamos la derrota en victoria.
Equipo de Educ-at
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